A veces mi sangre se estanca, no circula, no fluye, no avanza. Se me congelan las venas, las arterias, las fibras y los nervios. Una páralisis pétrea se apodera de mí, me atrapa, me asfixia. Mis neuronas narcolépticas se entregan a Morfeo, encantadas.
Pero mi alma, mi testaruda esencia, lucha y se rebela. Enfurecida explota, queriendo destruir y derribar. Su encierro la atormenta, pero no la vence. Muestra entonces toda su energía. Energía que, conforme a los principios de la termodinámica, emite calor al transformarse.
Me descongelo, comienzo a moverme, vuelvo a pensar. Una enorme bocanada de aire expande bruscamente mis pulmones colapsados. Casi como volviendo a nacer.
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