sábado, 28 de noviembre de 2009

mi cuchillo picazo...


Tengo un cuchillo picazo
de hoja marca: "Payador",
es mi ángel protector
hermanastro de mi brazo.
Hecho cruz en mi espinaso,
es mi socio en la jornada,
con él desde la clarada
ando hasta el anochecer;
como no tengo mujer
duerme arriba de la almhoada.

Con él abro un atador,
como desdoblo una grampa,
con él me siento en la pampa
un gaucho conquistador;
como está echo a rigor
corta un alambre de acero;
le saco a una res el cuero,
como señalo a un novillo,
porque un gaucho con cuchillo
para mí es un gaucho entero.

En la época invernal
cuando llegan las carneadas,
según las reses faenadas
que es el peso del jornal;
pero mi picazo es pial
una vez que está afilao,
con pacencia desbastao
en el viejo molijón,
queda para esa ocasión
como cuchillo encontrao.

A él lo llevo en el cajón
del "loriver" de dos rejas,
y las yuntas son parejas
por la melga sale un tablón.
Apilando un redomón
el caso no es tan sencillo;
puede enredarse un potrillo
por el apego a la madre;
¡haciéndome un lío padre!
y ahí hace falta un cuchillo.

Cuando adorna mi cintura
soy el hombre más tranquilo,
su corazón es el filo
su altar empuñadura;
por su balanceada achura
garantiza un buen planazo,
si me tiran un mangazo
seguro que lo punteo,
y le pinto un benteveo
con mi cuchillo picazo.

La vaina es de suela y plata
y su color negro y blanco.

jueves, 26 de noviembre de 2009

papa cuentame otra vez

Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.

Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis
estropeando la vejez a oxidados dictadores,
y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.

Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita
de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,
y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo,
y como desde aquel día todo parece más feo.

Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.

Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba
se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias,
pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza.

Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis,
que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París,
sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual:
las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más.

Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú."

miércoles, 18 de noviembre de 2009

es para vos... (robado a gabee)

Estamos sentados a cincuenta centímetros de distancia y yo no encuentro la forma de poder darle un beso. Ella habla de un mundo que desconozco y yo distraigo mi única posibilidad de reacción en proyectar esa reacción.

Mi silencio aturde cuando se va de nuevo y su voz consigue otra parte del relato. Mientras, no hago otra cosa que pensar en pedirle que cambie la música, mis reflejos caen a pedazos sobre la idea estúpida de que otra canción puede ser el pasaje para volar a un país que queda a cincuenta centímetros y catorce años de distancia de mi nariz.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Anécdotas de caza: "el Firulai"


Dicen que en las reuniones de cazadores y pescadores siempre se juega a ver quien cuenta la anécdota más asombrosa. Las malas lenguas acusan a unos y otros de mentirosos, pero en realidad esto no es así, sólo son exagerados... En una de estas reuniones, asado mediante, donde el tema es inminentemente de carácter cinegético, ya se habían tocado casi todos los temas y era el turno de los perros de caza. Cada cual relató su experiencia con los mismos dando lujos de detalles y adornando la relación con las más curiosas anécdotas. Agotadas las razas conocidas la conversación andaba sobre cuzcos lanudos, galgos y perros de policía con asombrosas dotes para la caza. Cada uno de los comensales cazadores parecía (sólo eso, parecía) querer superar en extraordinario el relato de quien le antecedía. Cuando ya casi no quedaban proezas por contar, uno de ellos, muy serio, con cierto aire de superioridad y conocimiento científico del tema, largó al ruedo: "El que era bárbaro para cazar el Firulai...". Y contó: "hace dos o tres años fui a cazar a un campo cerca de Aldao, había llegado temprano y, como acostumbro, estaba mateando con el encargado y su esposa cuando comenté que no había llevado perro, a lo que la mujer me dijo: -Si no trajo perro no se preocupe le presto el Firulai. Por supuesto que acepte con gusto el ofrecimiento ya que caminar el campo sin perro es caminar al cuete.
Habiendo terminado la mateada me proponía ir a cazar así que pregunté por el Firulai, pretendiendo conocerlo y hacerme amigo. -Ahí está - Me dijo la señora señalando con el gesto de la cabeza hacia un macetón.
Como no vi perro alguno pregunté ¿Dónde?, ¡Ahí! Volvió a afirmar como preguntándose si era ciego. En la maceta, enroscado entre una planta dormitaba un gato cruza con angora. Si, el Firulai era un gato. Ante mi mirada sorprendida la dueña del gato me tranquilizó diciendo: - Usted vaya que el Firulai lo va a seguir. Así que agarré escopeta y cartuchos y encaré para el campo. Estaba cruzando el corral del tambo cuando lo veo al mozo. El Firulai que venía atrás mío. Lo hubiesen visto buscar perdices... un fenómeno el Firulai. Parecía un tigre el loco..." Y aquí el relato se puso más espeso por lo que algunos despacito fueron pidiendo permiso para retirarse derrotados.
El relator apuró el último trago de vino de la copa y soltó un...¡Y bueh!... y se sumergió en quien sabe qué pensamientos. Mientras por los campos de Aldao, como un tigre en la selva de la India, anda suelto el Firulai.

martes, 3 de noviembre de 2009

RELATOS DE CAZA: LA RENGA...

El pueblito era apenas un punto perdido en la inmensidad de la pampa húmeda, donde se apretujaba un puñado de desesperanzados que bien podrían llamarse bolsa-dependientes, ya que subsistían gracias a los vaivenes inseguros de la carga y descarga de bolsas del tren cerealero, que pasaba periódicamente por la casi siempre desolada estación ferroviaria.

Llegados al caserío, la primer dificultad consistió en hallar un sitio donde dormir.

Bastó una ojeada al pueblo para descartar pretensiones de hotel, pensión, posada o algo por el estilo, por lo que nos dimos a la tarea de buscar la compasión de algún vecino que nos diera techo para guarecernos.
Gracias al único conocido, que sería nuestro guía de caza, nos contactamos con la dueña del único establecimiento comercial, el almacén de ramos generales donde se conseguía desde sal hasta una máquina para molino.

El vetusto caserón centenario mostraba su frente corroído por el paso de las inclemencias del tiempo, que había dejado al descubierto los enormes adobones amalgamados con barro.
Si así está el chassis – pensé para mis adentros – ¿como estará el motor!!!?
Entramos al umbrío y amplio local que mostraba sus despobladas estanterías descascaradas y el altísimo techo cruzaso por enormes vigas de madera desde donde colgaban largas cadenas con candiles que alguna vez funcionaron a querosene.
Una lamparilla eléctrica en el centro permitía adivinar detalles que mejor era ignorar.
Luego de las presentaciones de rigor, conocimos a nuestra anfitriona, una mujer joven que, detrás del mostrador, nos transmitió una medida cordialidad y buena disposición para permitirnos el uso de una “habitación” a cambio de una suma exagerada. A primera vista era, pobrecita, un adefesio vestido, pero al observarla a la luz era mucho peor.
Como no teníamos opciones, nos dejamos guiar dócilmente a través de un lúgubre pasillo que desembocó en la “suite”.

Mientras la seguíamos a través de las sombras comprobamos que, además, era ostensiblemente renga y de una delgadez extrema.

En cuanto al cuarto, no desentonaba en absoluto con el resto: las paredes que alguna vez estuvieron revocadas, mostraban los ladrillos corroídos por la humedad y una abertura que fue ventana aparecía tapiada por dentro haciendo más desagradable el ambiente. La puerta era apenas una abertura con un travezaño como recuerdo del marco y en el centro del recinto una cama doble sin colchón que “lucía” un elástico oxidado y deforme.

Sin opciones, desandamos el camino hasta el “viejo almacén” y nos sentamos frente a una mesa de hierro para gozar de un par de cervezas.
Desde la llegada, fue lo mejor que nos pudo pasar, ya que tuvimos tiempo de desgranar una larga charla con nuestro nuevo amigo que, a cambio de tantas malas, nos acercó algunas buenas acerca de las posibilidades de cazar algún chancho, de los que abundaban en la región.


Con su ayuda descargamos nuestros petates y por fin quedamos como dueños absolutos de la habitación, que mi compañero estrenó sentándose en el camastro para llegar con la cola hasta el suelo: tan flojo era el tejido.
La primera noche transcurrió sobre nuestras colchonetas y dentro de las bolsas, entre comentarios jocosos acerca de los avatares que acompañan a los cazadores y, no podía ser de otra manera, maldiciendo al destino que nos puso delante a la pobre cenicienta en lugar de una criatura apetecible. Cómo sería de fea que mi amigo, empedernido Diego que me dió infinitas muestras de aceptar cualquier convite “mientras esté tibio” como solía decir, debió aceptar cualquier avance como imposible.

Por otra parte, por causa que desconocíamos, el guía no las traía todas consigo. ya que mantenía una actitud evasiva y misteriosa, que solo pudimos cambiar luego de rogarle que nos contara qué pasaba
Y nos contó

Algún tiempo atrás, un desconocido que pernactó un par de noches en "nuestra" habitación, tomó la decisión de terminar con su vida y no halló mejor forma de hacerlo que colgarse del dintel que quedó de la puerta.

Lo que era apenas anecdótico, para esa gente buenaza y plagada de creencias esotéricas, el cuarto era estaba maldito y nosotros amenazados por fuerzas ignotas, por lo que, muy enfáticamente, nos pidió que lo abandonáramos. Debimos echar mano a todo nuestro poder de convicción para que por fin eccediera a segui como nuestro guía.

Los días siguientes fueron una sucesión de intentos cinegéticos que nos mantenían todo el día en el campo, aunque debo destacar que en cada regreso al resort, mi compañero,muy tibiamente por cierto, fue mudando de opinión acerca de la mujer, que como pasa generalmente cuando nos alejamos largo tiempo comenzó a verla cada vez más atractiva.
Para ser breve, no pasó demasiado tiempo hasta que el romance trajo aparejado mi desalojo de la suite, cuyo catre, posiblemente debido al influjo del alma del ahorcado, cambió súbitamente de tensión y contextura.
saludos
el hereje