viernes, 6 de noviembre de 2009

Anécdotas de caza: "el Firulai"


Dicen que en las reuniones de cazadores y pescadores siempre se juega a ver quien cuenta la anécdota más asombrosa. Las malas lenguas acusan a unos y otros de mentirosos, pero en realidad esto no es así, sólo son exagerados... En una de estas reuniones, asado mediante, donde el tema es inminentemente de carácter cinegético, ya se habían tocado casi todos los temas y era el turno de los perros de caza. Cada cual relató su experiencia con los mismos dando lujos de detalles y adornando la relación con las más curiosas anécdotas. Agotadas las razas conocidas la conversación andaba sobre cuzcos lanudos, galgos y perros de policía con asombrosas dotes para la caza. Cada uno de los comensales cazadores parecía (sólo eso, parecía) querer superar en extraordinario el relato de quien le antecedía. Cuando ya casi no quedaban proezas por contar, uno de ellos, muy serio, con cierto aire de superioridad y conocimiento científico del tema, largó al ruedo: "El que era bárbaro para cazar el Firulai...". Y contó: "hace dos o tres años fui a cazar a un campo cerca de Aldao, había llegado temprano y, como acostumbro, estaba mateando con el encargado y su esposa cuando comenté que no había llevado perro, a lo que la mujer me dijo: -Si no trajo perro no se preocupe le presto el Firulai. Por supuesto que acepte con gusto el ofrecimiento ya que caminar el campo sin perro es caminar al cuete.
Habiendo terminado la mateada me proponía ir a cazar así que pregunté por el Firulai, pretendiendo conocerlo y hacerme amigo. -Ahí está - Me dijo la señora señalando con el gesto de la cabeza hacia un macetón.
Como no vi perro alguno pregunté ¿Dónde?, ¡Ahí! Volvió a afirmar como preguntándose si era ciego. En la maceta, enroscado entre una planta dormitaba un gato cruza con angora. Si, el Firulai era un gato. Ante mi mirada sorprendida la dueña del gato me tranquilizó diciendo: - Usted vaya que el Firulai lo va a seguir. Así que agarré escopeta y cartuchos y encaré para el campo. Estaba cruzando el corral del tambo cuando lo veo al mozo. El Firulai que venía atrás mío. Lo hubiesen visto buscar perdices... un fenómeno el Firulai. Parecía un tigre el loco..." Y aquí el relato se puso más espeso por lo que algunos despacito fueron pidiendo permiso para retirarse derrotados.
El relator apuró el último trago de vino de la copa y soltó un...¡Y bueh!... y se sumergió en quien sabe qué pensamientos. Mientras por los campos de Aldao, como un tigre en la selva de la India, anda suelto el Firulai.

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