lunes, 5 de abril de 2010

Eco de cuervos en la banquina.

Huele a polvo cada vez que la llovizna diagonal de pedregullos acompaña los motores que cruzan con rugidos burlones.
Luego se pierden sobre la lengua asfáltica que lame un horizonte acuoso.
Y más que ignorado me siento abandonado. Pues busco ser transportado para bañarme en el abismo. Busco motores que me transporten. Y mi pulgar, tras haber resucitado enaltecido para mostrarse al abismo, intenta suicidarse nuevamente: se lanza al vacío, frustrado.

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