martes, 5 de mayo de 2009

Peregrinación hippie a la Quebrada de Humahuac

Me cago en el turismo

¿Pensaba usted en unas vacaciones en familia, gasoleras y tranquilas? Pues quédese en su casa. Últimamente se ha puesto de moda entre la juventud de todo el país trasladarse a los otrora tranquilos pueblos vallistos, donde tienen vía libre para intoxicarse con todas las drogas conocidas, y de paso hacer un “viaje” comiendo los ancestrales hongos alucinógenos que allí abundan.

El resultado es una marea de pseudo-hippies de bamboleante paso e inentendible habla, que recuerdan a los zombies centroamericanos, aunque un poco más coloridos en su vestimenta. La mayoría de ellos se encuentran tendidos horizontalmente en cualquier parte, y hay que tener cuidado de no tropezarse, ya que la abundante suciedad y diversa fauna que arrastran los camufla con el suelo. La manera más facil de detectarlos es mediante el olfato, así que si usted siente un olor raro, directamente pegue un brinco, porque si sigue caminando mientras se pregunta por las cloacas, seguro se va a llevar uno por delante, contagíandose vaya a saber qué hongo en los pies.

Si usted añora el trato que en otro tiempo se recibía de la humilde gente de los pueblos originarios, vaya sabiendo que ahora lo tratarán como a un indeseable colonizador, por lo que lo mirarán con su peor cara y le cerrarán las puertas de sus lugares. Esto es consecuencia del comportamiento observado en la gran mayoría de “turistas” que copan los valles año a año, que gustan de burlarse de la gente del lugar, ensuciar todo, llevar sus malos hábitos ciudadanos y acabar con la milenaria cultura que tanto enorgullece a los vallistos.

De tener mucha suerte, usted conseguirá alojarse en algún piringundín de cuarta, regenteado por otro pseudo-hippie que fue expulsado de alguna gran ciudad, seguramente por su poca afición al trabajo. Allí, por un módico precio digno de un hotel de 4 o 5 estrellas, usted podrá descansar en añejos y vencidos colchones, cubriéndose con transparentes y pelusientas sábanas, todo ello en la agradable compañía de vinchucas y cucarachas.

A la hora de comer, tampoco piense en comida regional. Ya hemos dicho que no lo dejarán entrar a los negocios de la gente del lugar, por lo que tendrá que conformarse gastando el aguinaldo en pobres e insípidos tamales (rellenos con sobras de carne vieja) o en un singular puchero de cogote de llama, en algún restaurante donde cocinan y atienden sus dueños ( porteños ).

De seguro los vallistos originarios nos van a agradecer esta nota, y le agradecerán a usted también si cambia de idea respecto a sus vacaciones. Desde que la Quebrada de Humahuaca fue declarada “Patrimonio de la Humanidad”, sus pueblos se han visto alienados y sofocados por esta ola de turismo e inversiones. Cuánto quisieran ellos, y cuánto quisiéramos nosotros, que todo volviera a ser como antes.♦

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